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UDD en la Prensa

Revolución de la movilidad

 Daniel Fernández
Daniel Fernández Profesor Facultad de Ingeniería

En pocos meses más, los habitantes de Helsinki (Finlandia) podrán realizar un viaje puerta a puerta orientados por una plataforma tecnológica en sus celulares («Whim»), que les ofrecerá una ruta compuesta por tramos a pie, autos compartidos con otros usuarios, transporte público y bicicleta (¿conoce la bicicleta autoconducida creada por Google Holanda?), informándoles acerca de cada punto y momento preciso de combinación, con disponibilidad del medio de transporte garantizada, ofreciendo una tarifa total por todo el servicio, cuyo pago se activa automáticamente en tarjetas de crédito u otros medios una vez que la persona llega a destino. Es más: el sistema ofrecerá varias opciones de modos y rutas, de forma que el propio usuario haga el trade-off entre tiempo de viaje, comodidad y precio.
Según la Encuesta de Origen y Destino (EOD) de viajes de la Región Metropolitana de 2012 (fuente: MTT), el Gran Santiago alberga 6,5 millones de habitantes que utilizan 1.160.000 vehículos particulares, 6.300 buses urbanos, 27.000 taxis básicos (a la fecha de la encuesta no existía aún Uber en Santiago), 11.000 taxis colectivos urbanos y cinco líneas de metro. El total de viajes en día hábil supera los 18 millones, 29% de ellos en transporte público y 28% en transporte privado (incluidos taxis). Los viajes a pie y en bicicleta representan un 39% del total.
La tendencia en Europa al uso de autos compartidos, ya sea vía Uber, sistemas colaborativos (digamos, «Airbnb motorizados») o incluso flotas de autos disponibles en la vía pública para ser recogidos individual o colectivamente y entregados en el destino, está cambiando el clásico concepto modal de transporte público versus transporte privado. En un nuevo modelo de taxis colectivos, el vehículo lo pone un usuario (o una empresa de car sharing ) y el recorrido no es fijo, sino que surge de la optimización de ruta para un grupo de usuarios que han expresado un origen y destino del viaje en una plataforma tecnológica de coordinación.
Todo esto representa una verdadera revolución de la movilidad, pero no solo para los usuarios, sino que también respecto de los modelos de negocios de empresas proveedoras de servicios de transporte, plataformas tecnológicas de coordinación y ubicuidad, telefonía móvil, fabricantes de automóviles, automotoras y medios de pago; pero sobre todo, para los planificadores de transporte, urbanistas y autoridades de gestión de la ciudad.
Las tendencias emergentes de los millennials (sobre todo en Europa) es a no comprar autos, sino a usarlos como un servicio. ¿Para qué invertir en un activo que estará inmovilizado el 80% del tiempo? Necesita mantención, un seguro, estacionamiento en el origen y el destino, y además existe el riesgo de robo: una esclavitud. Sin auto propio puedo, comprar un departamento sin estacionamiento, más barato. Compañías como Google, Ford y Volkswagen ya lo comprendieron, y están migrando paulatinamente sus modelos de negocio hacia la creación de flotas de vehículos propias que son puestas a disposición de los usuarios mediante sistemas de aplicaciones tecnológicas de coordinación (servicios de movilidad en lugar de venta de autos). Todo ello, mediante vehículos compartidos sin conductor que tienen menores tasas de accidentes. Buen desafío para las automotoras, el negocio inmobiliario, los parkings , en fin. Si un gran número de personas (los jóvenes siempre llevan la vanguardia) comienza a usar sistemas compartidos, la flota de autos tendrá una rotación mucho mayor. Las necesidades de espacio para calles y estacionamientos disminuirán gracias a la mayor cantidad de usuarios por vehículo, mejorando la productividad del sistema (menos recursos invertidos en movilidad).
Ad portas de una nueva licitación del Transantiago, sabemos que en 10 años el sistema ha perdido casi 400.000 usuarios en días hábiles. Todas las modalidades colaborativas de transporte que hemos descrito representarán un desafío aún mayor para el transporte público. La receta para ralentizar esta tendencia es sencilla y la conocemos hace años: más metro, vías exclusivas para mejorar la velocidad media de los buses y mayores costos por el uso de automóvil en zonas congestionadas (tarificación), pero para hacerlo se requiere destreza política y gestión técnica de calidad.
El cambio de mentalidad respecto de la posesión de bienes, la conciencia acerca del derroche de recursos que habilita la economía circular y el aporte de la tecnología están protagonizando una revolución de la movilidad privada, semipública y pública. ¿Regulación para Uber? Bien. ¿Restricción por congestión y pago por circular? Bien. ¿ Big data de movilidad en manos de las autoridades de transporte para planificar y gestionar mejor? Bien. La próxima licitación de recorridos, ¿incorporará en sus bases todas estas variables y recursos y las considerará adecuadamente en sus modelos de análisis y gestión?