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UDD en la Prensa

Recuperación impulsando competitividad

 Hernán Cheyre
Hernán Cheyre Director del Centro de Investigación Empresa y Sociedad, CIES

La difícil situación por la que atraviesa la economía chilena, con un ritmo de desaceleración preocupante, requiere en forma urgente de señales potentes por parte de la autoridad económica, que permitan generar un punto de inflexión que rompa esta tendencia. Guste o no las economías se mueven al ritmo en que lo hacen los mercados, y en este sentido la percepción respecto del futuro que se logre instalar juega un papel clave para inducir un cambio de conducta.
En este contexto, resulta obvio que lo que se requiere son señales que apunten a «reencantar» los mercados, y, parafraseando a Keynes a despertar los «espíritus animales» en los tomadores de decisiones. La receta más popular cuando se enfrenta una situación de débil desempeño económico, con alzas en la tasa de desocupación, suele ser la de propugnar una política fiscal más activa, a través de programas específicos de gasto público. Sin embargo, la historia es pródiga en ejemplos que dan cuenta que iniciativas de este tipo no pasan de ser meros paliativos temporales, que no resuelven ninguno de los problemas de fondo que se enfrenta.
El gobierno ha apostado sus fichas a la puesta en marcha de la Agenda de Productividad y Crecimiento. Al respecto, cabe señalar que no obstante las buenas intenciones que animan a este conjunto de 47 iniciativas, y de lo bien inspiradas que puedan estar varias de ellas definitivamente esta Agenda no tiene ni las características ni el calibre de lo que se requiere en la actual coyuntura para provocar un cambio sostenido en la trayectoria de la economía. Buena parte de lo que está contenido en esta Agenda no cambia el fondo de lo que se ha venido haciendo en las materias respectivas, y las que introducen algo diferente van a hacer sentir su efecto en un período más largo. Pero más importante aún, un reimpulso de la economía basado en crear condiciones que permitan mejorar la productividad y la competividad, no pasa solamente por un conjunto de programas públicos orientados a este propósito. Lo fundamental es crear condiciones que permitan dinamizar los mercados, y por esta vía lograr un cambio de expectativas.
La actual es una excelente coyuntura para aprovechar la fuerza emprendedora que hay en Chile para reimpulsar la economía, a través de medidas concretas que eliminen trabas al emprendimiento. Los emprendedores reaccionan rápido ante estímulos concretos. A modo de ejemplo, bastó que se lograra hacer realidad el proyecto de permitir crear empresas en un día y virtualmente a cero costo, venciendo el lobby desplegado por los grupos afectados, para que el número de nuevas sociedades constituidas creciera en forma significativa. Iniciativas de este tipo hay varias, las cuales formaron parte de la Agenda Impulso Competitivo que empezó a desarrollar el gobierno anterior pero que quedaron a la deriva. La reforma al sistema de notarios y conservadores, la apertura del transporte marítimo en el país a operadores internacionales, y la eliminación de barreras para que nuevos operadores puedan participar en los sistemas de pago electrónicos, por ejemplo deben ser reimpulsadas.
Y en lo que respecta a las pymes es muy probable que en los tiempos que vienen muchas de ellas van a enfrentar dificultades para acceder al crédito. La capitalización del Banco Estado que se propone no solo dista de ser la herramienta más eficaz para este objetivo, sino que también su implementación puede tomar algún tiempo. Mucho más efectivo sería potenciar los programas de garantías ya existentes, elaborando una versión mejorada de los mismos que introduzca mayor competencia que permita mejorar las condiciones en que se entregan (licitando cupos, por ejemplo), y radicando en una sola institución (Corfo) la administración de ellos, con un foco común.
En definitiva, de lo que se trata es de introducir mayor competencia en los mercados, eliminando trabas y barreras obstructivas, de manera que nuevos emprendedores puedan «desafiar» a los operadores tradicionales en las distintas industrias. La fuerza del emprendimiento es poderosa y contagiosa; solo hay que crear espacios que le permitan desplegarse en plenitud. En la medida que se logre generar una ola de cambios en esta dirección, no solo se van a dinamizar los mercados, sino que además ello va a ocurrir en un contexto en que en forma simultánea se van a estar fortaleciendo los cimientos de una economía con mayor productividad y, por ende, más competitiva.