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Agustín Riesco: Incansable afán por ayudar.

Te invitamos a conocer el testimonio de este ex alumno, el que fue publicado en la Segunda edición de revista REDES.

Agustín RiescoSu CV en solidaridad es amplio, pero Agustín reconoce que su punto de inflexión fue un viaje a África, mientras estudiaba Ingeniería Comercial en la UDD, en 2007.

“Estuve algunos meses trabajando como voluntario en Zambia, en un hospital y una escuela rural. Fue una experiencia radical en mi vida, pues si bien antes de eso siempre estuve metido en temas sociales, cuando volví sentí la imperiosa necesidad de hacer cosas, de aprovechar el tiempo y de tratar de descansar lo menos posible”, comenta.

Ahí surgió la idea de su primer emprendimiento social, al ver a un grupo de teatro itinerante que hacía obras para la prevención de enfermedades, como el SIDA o la malaria, y creó Cinomade. Éste se gestó con financiamiento del DAE y su desarrollo lo realizó en un ramo del magíster que cursaba. Con dicho proyecto, llevaron el cine a sectores aislados de Chile y luego a cárceles y escuelas de Santiago.

Al salir de la universidad, relata, “tenía que tomar la decisión de qué quería -o debía- hacer”, y optó por trabajar en la Fundación Africa Dream, ONG chilena con programas de voluntariado en ese país. “Estuve ahí casi dos años.

Actualmente sigo vinculado, pero no en el día a día, ya que desde agosto de 2010 trabajo en el sector público”, cuenta. Primero, en el Ministerio de Educación y hoy en el Ministerio de Desarrollo Social.

“El último emprendimiento social en el que estoy involucrado es Proyecto B -del cual es fundador junto a su amigo de infancia Rafael Rodríguez y Francisca Rivas-, donde nos ocupamos de jóvenes infractores de ley y le ofrecemos un plan para que dejen la delincuencia”, relata Agustín.

Proyecto B nace porque ven que las políticas públicas de reinserción social no tenían buenos resultados.

Entonces, en julio de 2010, deciden desarrollar la idea que, si bien hoy mantiene los objetivos principales, ha mutado un poco, ofreciendo programas de emprendimiento (financiamiento y capacitación) y otra línea de empleabilidad (articulando la oferta privada de empleos para que las empresas contraten a estos jóvenes). “El enfoque y el modelo de intervención es único en el mundo, por lo que aún estamos en un proceso de prueba, pero hemos tenido grandes resultados”, señala orgulloso.

De cada experiencia dice tener una gran satisfacción y aprendizaje. Sin embargo, con tan sólo 26 años, cree que le faltan muchísimas cosas por hacer. “Espero no parar nunca de emprender distintas actividades. La UDD fue un pilar fundamental en mi formación y siempre le voy a estar tremendamente agradecido”, afirma.