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Julio Alvear

El deseo de profundizar las cosas más allá de la contingencia fue lo que motivó al abogado de la Universidad Diego Portales, Julio Alvear Téllez, a dejar las asesorías jurídicas y las clases en diversas universidades (entre ellas, la Universidad Católica y la Universidad de Chile), para dedicarse casi por completo a la investigación. “Trabajé un tiempo en asesorías jurídicas, por ejemplo en el Senado de Chile, y también en varias universidades. Pero pronto te das cuenta que es difícil que exista academia sin investigación que la respalde y sin tiempo para dedicarse a ello. Así que una vez que las universidades chilenas se abrieron a la labor investigativa, particularmente en Derecho, decidí hacer un doctorado. Es así como llegó la hora de dedicarse a la investigación, que no es otra cosa que aportar a la más alta vocación de una universidad, cual es, producir conocimiento propio y transmitirlo”.

Alvear, actual director de Investigación de la Facultad de Derecho de la UDD, se doctoró en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid el año 2011, financiado por la Beca Alban de la Unión Europea. En 2018 recibió su segundo doctorado en Filosofía, en la misma Casa de Estudios. En ambas ocasiones con la calificación de sobresaliente cum laude, por unanimidad.

Diversas son las líneas de investigación que ha abordado. En filosofía política, ha destacado por proponer una restauración del Derecho Público Cristiano, al punto que uno de sus libros, Libertad Moderna de Conciencia y de Religión, ha sido discutido en la academia norteamericana y europea. Otra materia han sido los derechos fundamentales, donde ha contestado el fundamento ilustrado-moderno en otra obra polémica, La Crítica al discurso de los derechos humanos. Asimismo, se ha dedicado al derecho económico, con un novedoso aporte teórico y práctico (Libertad económica, libre competencia y derecho del consumidor. Una visión integral); y a la teología de la historia, donde destaca el libro “Caerá desde el Cielo. A 100 años de Fátima. La historia jamás contada”.

“Lo que produce mayor satisfacción –explicó Alvear- es tener tiempo para analizar un tema relevante, llegar a un trabajo final habiendo revisado razonablemente todas las fuentes, y entregarlo a una revista o a un editor para su publicación. En mi caso, he tenido la suerte de publicar en Chile, Brasil, Argentina, Estados Unidos, España, Francia e Italia. Los temas teóricos interesan más en Europa o en Estados Unidos, por lo que, en general, es más interesante publicarlos allá de manera más acabada a través de editoriales científicas”.

¿Cómo ve la investigación hoy en Chile?

Se está avanzando, lento pero seguro. El gran problema a futuro no es avanzar o no, sino cómo hacerlo. Si, por un lado, falta desarrollo en tecnología e innovación, falta también muchísimo apoyo en lo más cercano a la persona: el desenvolvimiento de las ciencias humanas. Las humanidades están en el corazón de la universidad y debieran promoverse muchísimo más.

¿Con que problemas se debe enfrentar la Investigación?

El gran problema es, una vez más, el déficit de financiamiento, que afecta tanto a los programas y concursos públicos que abre el Estado, como a las contrataciones e inversiones de las universidades. En este punto, particularmente algunas universidades privadas -por ejemplo, la UDD- han hecho en la materia un esfuerzo notable en pocos años, que ciertos gobiernos ideologizados han pretendido desconocer. En este sentido, es sumamente injusto que el Estado chileno pretenda financiar casi exclusivamente la investigación de las universidades públicas.

En opinión de Alvear, en Chile no hay una tradición fuerte en lo que refiere a investigación universitaria. “Venimos de una época en que a cualquier instituto con pizarrón se le llamaba “universidad”. La misma designación de “investigador” que hoy se superpone a la de “profesor” resulta extraña. Desde los tiempos medievales, el profesor universitario siempre ha sido, por principio, un investigador. Profesor universitario es profesor que investiga, que produce conocimiento propio, y que aporta a los alumnos, a la comunidad académica y al país en general. Desgraciadamente en Chile, en las últimas décadas, nos acostumbramos a otro modelo: el de los profesionales que hacen clases. Durante mucho tiempo, en vez de ser la excepción honrosa, esa fue la regla del cuerpo académico, de tal manera que los investigadores fueron mirados como bichos raros. Aún tenemos algo de eso, pero la tendencia está cambiado. Se entiende que no hay universidad sin que el eje gravitante esté en la investigación. De ahí el paso de universidades exclusivamente “profesionales” a universidades complejas. El problema es que aún carecemos de un “estatuto” del profesor universitario en su sentido integral. Además, las universidades chilenas han sido muy permeables a la burocratización de la academia, con un exceso en las mediciones para acreditar la calidad de lo producido (rankings, índices econométricos, controles funcionariales, entre otros). Lo que no deja de ser divertido, porque, en rigor, lo cualitativo no se deja encorsetar por lo cuantitativo. Se necesita una mirada a largo plazo, que incluya todas las variables del “investigador”, es decir, del profesor universitario que dedica su vida a producir conocimiento, como se ve en la tradición europea o norteamericana”, enfatizó.

¿Cree que el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación contribuirá a mejorar la situación actual de la investigación en Chile?

El gran problema que tiene nuestro país es el de exceso de promesas y anuncios. El porcentaje del presupuesto nacional que se aplica a la materia está bajo el promedio de los países de la OCDE. Sin fondos razonables, es difícil llegar a buen puerto.

¿Cuáles son los desafíos que debe enfrentar la Academia en materia de investigación?

Quisiera destacar cuatro desafíos. El primero, de orden práctico, es el del “tiempo protegido”. El profesor dedicado a la investigación debe contar con un tiempo mínimo para realizar sus labores sin la interferencia desorbitada de la gestión administrativa. Aquí, realmente, el “tiempo es oro”. Otro desafío, es el del financiamiento, que ya se ha abordado. El tercer desafío dice relación con la socialización de la investigación. El académico debe aspirar a influir en la sociedad con el resultado de su trabajo. Finalmente, el cuarto desafío tiene que ver con la concepción de universidad. Alfonso X “El Sabio” dio una célebre definición de universidad: “Ayuntamiento de maestros et de escolares que es fecho en algún logar con voluntat et con entendimiento de aprender los saberes” (Partida II, Título XXXI, Ley 1). La esencia de la universidad es la comunidad de profesores investigadores (“maestros”) que hacen academia junto a los estudiantes. Caminar hacia ello es la vocación más alta de la Academia, más allá de todas las modas.