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Urgencia del Hospital Padre Hurtado: grandes desafíos en tiempos de pandemia

El doctor Pablo Gutiérrez es egresado de la Facultad de Medicina Clínica Alemana Universidad del Desarrollo, monitor del internado de Medicina y coordinador del internado de Urgencia de la UDD. Luego de varios años trabajando en el Hospital Padre Hurtado (HPH), en febrero de 2020 asumió la jefatura de la Urgencia de dicho recinto hospitalario, cargo que comenzó a ejercer con la ayuda del doctor Pablo González como como jefe técnico, también egresado de la UDD (postgrado) y responsable de los becados.

La decisión no fue fácil, se les planteaba un inmenso desafío y debían elegir hacia donde iría su desarrollo profesional. Tomaron la opción de la Urgencia, lo cual les ha permitido ganar experiencia y contribuir a mejorar la salud de una de las poblaciones más vulnerables de Chile: las comunas de San Ramón, La Pintana y La Granja, de donde son las personas que se atienden en el HPH.

Al momento de asumir sus nuevos cargos, ambos especialistas -que hasta ese entonces mezclaban la docencia con la medicina interna-, no imaginaron que tres meses después el desafío se volvería aún mayor: debían reformular la Urgencia y pasar de tener sólo unidad a dividirla en Respiratoria y No Respiratoria. Todo esto debía estar operativo en pocos días y en medio de una pandemia nunca antes vista.

“De un momento a otro, debimos crear triage (clasificar pacientes de acuerdo a la urgencia) y pasar de seis médicos por turno a 11. La falta de profesionales en ese momento, el distanciamiento social para poder contratar y la falta de espacios físicos para atender a los pacientes fueron grandes obstáculos. Fueron instantes muy duros, pero lo pudimos sortear favorablemente, gracias al apoyo del hospital y de la Facultad de Medicina. La UDD facilitó sus instalaciones del módulo docente III para instalar ahí la Urgencia no respiratoria, a lo que sumó la llegada de varios egresados de la UDD que apoyaron para cubrir los turnos, e incluso voluntarios, quienes hoy conforman cerca del 50% de los médicos que trabajan en la Unidad”, señala Pablo Gutiérrez, jefe administrativo de la Urgencia del HPH.

En ese entonces el escenario era poco auspicioso y lo fue aún más en el mes de junio y principios de julio, cuando los casos de Covid alcanzaban su peak, pasando de 40-50 pacientes diarios a más de 100 entre las 2 urgencias. A esto se sumó el aumento en las hospitalizaciones de las personas que llegaban a la urgencia, que en época normal era entre el 15% y el 20%, y ahora llegaba incluso al 80%. Dada la gravedad de los pacientes, ya no podían derivarlos a su casa, como ocurría en períodos pre pandemia.

“Muchas veces nos vimos sobrepasados, varios pacientes llegaban en estado grave y debíamos encontrar espacios para dejarlos hospitalizados. También aumentó el número de fallecimientos… En cada turno (de 24 horas) debemos llenar un libro de defunciones. Lo normal es 1, máximo 2 por día, pero hubo un día que llegamos a 11 fallecidos, ¡en sólo 12 horas!”, explica el doctor Pablo González, jefe técnico de la Unidad de Urgencia del HPH.

Muchas de estas personas eran pacientes con enfermedades crónicas o adultos mayores, pero también hubo varios casos de gente joven y sana, que “no tenía por qué morir”. Estas muertes -muchas inesperadas- y las condiciones de las mismas (en plena pandemia y con las restricciones propias de distanciamiento social y prohibición de visitas) llevaron a los doctores a buscar un espacio para dar un “buen morir” a estos enfermos terminales, a quienes no se les podía/debía intubar ni suministrar medicamentos. Para ello, en conjunto con las doctoras Lorna Luco (Centro de Referencia de Salud) y Pamela Marchant (pediatría), adaptaron un espacio especial para estos pacientes en el área de pediatría: “la sala de cuidado del fin de la vida”, donde se ubican 12 cubículos con atención especializada para los pacientes más graves.

“Hace mucho que trabajo en la urgencia, la conozco bien. Generalmente he sido capaz de separar la vida profesional de lo familiar, pero esta vez me superó… Jamás pensé que iba a ver a tanta gente muriendo de una misma enfermedad frente a mis ojos. En general esto nos pasó a todos los que trabajamos en salud, desde doctores y tens hasta las personas que nos ayudan con el aseo y en lo administrativo… La vida en general se absorbió a Covid”, dice Pablo Gutiérrez.

Toda esta contingencia, saturación e incertidumbre causa, sin duda, conlleva un desgaste no sólo físico, sino también emocional. De un momento a otro los doctores Gutiérrez y González se vieron no sólo reestructurando un servicios, sino también tomando decisiones que pensaron nunca tendrían que tomar y trabajando al límite de sus capacidades, pero siempre priorizando a sus enfermos.

Para evitar el contagio, el doctor Gutiérrez dejó de ver en febrero a sus padres y hermanos, que viven en Rancagua; mientras que el doctor González dejó de ver a su señora y sus 2 hijos (de 5 años y 6 meses), por poco más de un mes, cuando el Covid estaba en el peak.

Del Covid a pacientes crónicos

Si bien para las próximas semanas los doctores Gutiérrez y González esperan un mejor escenario, enfatizan que no se deben “bajar los brazos”, pues tanto los casos de Coronavirus como los controles de enfermos crónicos siguen full.

“En un momento de la pandemia el 90% de los casos eran Covid, hoy tenemos días en que el 70% son casos no respiratorios, lo cual nos hace prever que la curva está bajando. Sin embargo, ahora están volviendo masivamente aquellos pacientes crónicos que pasaron muchos meses sin control, muchos de ellos están graves. Incluso, el día que ha habido más consultas desde que comenzó la pandemia fue el 20 y 21 de julio, justamente por estos pacientes”, dice el doctor González.

Tanto el doctor Gutiérrez como el doctor González coinciden en que pese a lo duro que ha sido el trabajo, la experiencia ganada ha sido inigualable… en pocos días debieron enfrentar desafíos jamás imaginados: reestructurando un área fundamental como es la urgencia, aprendiendo a supervisar un enorme equipo, conformado por más de 200 personas; enfrentando situaciones muy difíciles; y lo más importante, contribuyendo a mejorar la salud de los pacientes del Hospital Padre Hurtado.

“Esto aún no termina… sabemos que tenemos mucho trabajo futuro y otros tantos desafíos que debemos enfrentar, pero estamos con el corazón y el alma puesta en esto, comprometidos y esperanzados en que, como equipo, podemos ser un gran aporte para superar esta pandemia y las consecuencias que ésta acarree”, concluye el Pablo Gutiérrez.