Juan Pablo del Sante y Gerardo Délano: Los ingenieros comerciales UDD que dominaron el arte de los barquillos
- Los alumni de la Facultad de Economía y Negocios de la UDD se embarcaron en el desafío de emprender, que los llevó de ser trabajadores de retail y una
startup, a dueños, administradores y cocineros de una pastelería.

Juan Pablo del Sante y Gerardo Délano se conocieron en el colegio, como compañeros de cursos paralelos. Se reencontraron en la universidad, en la misma carrera, Ingeniería Comercial, aunque no en la misma generación, y volvieron a coincidir cuando ambos quedaron cesantes y las ganas de comenzar un negocio los juntó. Desde entonces, sus destinos se unieron bajo una misma marca: La Barquillería.
Corría el año 2017 y los alumni de la Facultad de Economía y Negocios UDD compartían un almuerzo con el padre de Gerardo Délano. No hacía mucho que del Sante se había despedido de su cargo en el retail y que su actual socio había enfrentado la quiebra de la startup en la que trabajaba. Sin perder el tiempo, juntos evaluaban un negocio de renta de espacios.
“En ese almuerzo, el papá de Gerardo nos dijo ‘yo tengo una pastelería que están administrando mis hijas, ¿por qué no la compran y le dedican su tiempo a eso?’. Yo creo que él no le veía mucho futuro a lo que estábamos ingeniando, nos decía que no iba para ningún lado. Así que no lo pensamos mucho, fue bien impulsiva la decisión, pero le dijimos ‘ya, démosle´”, recuerda Juan Pablo del Sante.
Aquel ofrecimiento ocurrió a mediados de semana y, para el lunes siguiente, los nuevos socios ya estaban dentro de la pastelería, pensando en cómo levantar el negocio que por 40 años perteneció a la abuela de Délano. El desafío no solo era económico y logístico, sino también gastronómico. “Yo creo que fue una decisión irracional porque ninguno de los dos venía del rubro de la comida, que tiene sus exigencias y que fuimos aprendiendo con el tiempo”, añade Délano.
Así, los primeros meses de la dupla transcurrieron entre la cocina y la atención al público, labores entre las que se alternaban mientras cuidaban que Sandra, la única trabajadora antigua del local, no dejara su puesto y los ayudara a tomar el ritmo. “No tuvimos un buen inicio por la falta de experiencia. Nos llegó harta crítica y con eso fuimos mejorando las cosas, pero la clave fue pedirles ayuda a las antiguas trabajadoras de mi abuela, que sabían cómo hacer los famosos confites de la pastelería”, cuenta Délano.

Aun así, fueron alrededor de ocho meses los que pasaron sin estabilizarse, incluso sin recibir sueldo. Tiempo que los hizo considerar desistir del negocio, comenzar a diseñar currículums y buscar un trabajo convencional. “La necesidad te resalta la creatividad”, argumenta del Sante al recordar que fue en un matrimonio, cuando una amiga de su esposa sugirió que los ingenieros comerciales cocinaran barquillos. “Al principio Gerardo me dijo que no, porque en la pastelería vendíamos dulces finos e íbamos a perder la poca clientela que teníamos por ofrecerles ‘cuchuflíes rellenos con manjar’. Pero le insistí tanto que me dijo que sí”, comenta del Sante.
Bastó la colaboración y mentoría de “don Ernesto”, un barquillero, para que el negocio repuntara. El nuevo producto se difundió de boca en boca, pero no sin ser objeto de críticas constructivas: Los barquillos se doblaban y dejaban de ser crujientes. La solución era impermeabilizarlos con chocolate.
Aún era 2017 y el producto estrella comenzaba a ver la luz. Aunque no fue hasta abril del año siguiente, cuando Gerardo Délano iba a un cumpleaños para el que no tenía regalo, que nació el hit de La Barquillería. “Nosotros tenemos la regla de que hay que comprar los barquillos para sacarlos de la tienda. Gerardo no tenía plata para comprar la caja grande, de doce unidades, así que tomó un cuchillo e igualmente llevó doce, pero medios barquillos”, explica del Sante.
En adelante, y tras la popularidad que alcanzó el “barquillo medio”, fruto de la espontaneidad de Délano, La Barquillería se consolidó como marca en sí misma, separándose de la pastelería.
Hoy, con siete años de vida, una planta de producción en funcionamiento desde 2023, ventas de 4,5 millones de barquillos al año, 10 puntos de venta activos en Santiego y ad portas de abrir el onceavo en Concón -como un piloto para expandirse a regiones-, y la meta anual de abrir entre cuatro y seis sucursales hasta 2030, La Barquillería de Juan Pablo del Sante y Gerardo Délano, se prepara para aterrizar en supermercados con su marca hermana “Bark”, que ofrece barquillos de consumo masivo en paquetes de una unidad, rellena de mantequilla de maní, o de tres unidades sin relleno.